Un menhir en la zona de Alcañiz el Viejo



Llegamos aquí por indicación de mi amigo Pedro Gasión, de Mas de las Matas. Hay muchos puntos interesantes en la zona de Alcañiz el Viejo: desde un poblado íbero con su cisterna, hasta una zona de tumbas antropomorfas.

Llamó nuestra atención una zona en especial, donde la presencia de un menhir parece muy clara. 

Esta es la foto:


Destacamos:

a) la altura es de unos 3,5 metros aproximadamente,

b) está cortado por la mano del hombre para que acabe en un punta, como se aprecia claramente en la foto.

c) no contiene ningún grabado o elemento que ayude a identificarlo como menhir.

d) en los alrededores aparecen los restos de algún tipo de poblamiento y varios elementos megalíticos con orientaciones solares (concretamente con el solsticio de invierno), como indicamos  a continuación.

Muy cerca del menhir, una hendidura en la roca nos marca la salida del sol en el solsticio de invierno.

Un poco más lejos, esta hondonada excavada en la roca también marca la salida del sol en el solsticio de invierno.


Aún más lejos del menhir, encontramos esta roca que ha sido perfectamente redondeada por la mano del hombre



En la plataforma superior de la roca, una cazoleta cuadrada está orientada a la puesta del sol en el solsticio de invierno






Cronología del  megalitismo


"Se proponen como más antiguos dentro del ámbito general europeo los conjuntos bretones, entre el 3890 y 3500 a. de C.; los daneses, irlandeses y portugueses, en torno al 3500; en tanto que las construcciones en el Mediterráneo oscilan entre finales del tercer milenio y el 1200 a. de C. Su construcción se extiende, por tanto, desde el cuarto hasta el segundo milenio, aunque su uso tiene una mayor vigencia.

"Para el territorio peninsular la mayoría de las fechas radioactivas proceden del sureste y Portugal. Pero no son las únicas. El grupo meseteño manifiesta también una notable antigüedad, con dataciones que se instalan en el último cuarto del cuarto milenio. En el País Vasco, después del análisis del túmulo de Kurtzebide (Letona), se puede afirmar que los constructores megalíticos pueden remontarse a mediados del tercer milenio. En la Rioja logroñesa, la datación reciente de Peña Guerra II establece conclusiones muy parecidas, puesto que la primera ocupación se establece en el 2690 a. de C.

"En Cataluña, son al menos una buena referencia los datos que proceden de cuevas en relación con el ritual de inhumación colectiva similar al practicado en los túmulos megalíticos, que remontan la práctica al mismo momento. Recientemente los investigadores catalanes han aportado una fecha clave procedente de un túmulo de corredor de Espolla, de la segunda mitad del cuarto milenio; por tanto, coincide con las más antiguas vascas.

"(...) Culturalmente, la construcción y el primer uso de los sepulcros megalíticos se sitúa en las etapas finales del Neolítico, con reutilización (pero no construcciones) de una buena parte y pervivencia del ritual funerario durante el Eneolítico. En algunos casos y en algunas zonas ocupa también todo el desarrollo de la Edad del Bronce." 


(Cuadernos Altoaragoneses, num 12, Vicente Balldellou Martínez, ed. Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1989)



La adoración a rocas y menhires
“Los árabes, hasta tiempos de Mahoma, adoraban una piedra negra; “los beni zequif, la roca llamada El Lat”; los fenicios, una divinidad representada por una piedra informe. El dios Heliogábalo era simplemente una piedra de figura cónica. Griegos y romanos adoraban las piedras derechas bajo los nombres de Hermes o Mercurio. En Tespias había una piedra tosca que se miraba como una divinidad, y los beocios adoraban a Hércules bajo la misma forma. Los lapones tenían también montañas y rocas sagradas. Aún hoy, a lo que se dice, subsiste todavía el culto de las piedras en algunos valles de los Pirineos.

“En la Europa occidental vemos condenado ese culto varias veces, durante la Edad Media: prueba de su arraigo en el pueblo. Lo fue “por Teodorico, arzobispo de Canterbury, en el siglo VII, y figura entre los actos de paganismo prohibidos por el rey Edgardo en el siglo X, y por Canuto en el XI. Un concilio celebrado en Tours en 567 ordenó a los sacerdotes que negasen la entrada a todas las personas que adorasen los postes de piedra, y Mahé consigna que un registro manuscrito de las sesiones de un concilio celebrado en Nantes en el siglo VII menciona el culto de las piedras entre los armoricanos”.


“Los franceses –dice Dulaure- adoraron piedras varios siglos después de la introducción del cristianismo en el país. Atestiguan la existencia de ese culto diversas leyes civiles y religiosas. Una capitular de Carlomagno y el concilio de Leptine, del año 743, prohíben las ceremonias supersticiosas que se practican junto a las piedras y los fanos consagrados a Mercurio y a Júpiter. El concilio de Nantes, citado por Réginon, formula una prohibición idéntica. Nos hace saber que esas piedras estaban situadas en lugares agrestes, y que el pueblo, juguete de las añagazas del demonio, les llevaba sus votos y ofrendas. Los concilios de Arlés y de Tours, la capitular de Aquisgrán del año 789, y varios sínodos renuevan estas prohibiciones.”


“En Irlanda, en el siglo V, el rey Laogario adoraba un pilar llamado el Crom-Cruach, que fue derribado por San Patricio. Los irlandeses adoraban otra piedra en Clogher, bajo el nombre de Kermand-Kelstach. En el Jura, había una piedra sagrada, a cuyo alrededor solía dar vueltas al pueblo en la dirección del sol. “En algunas de las Hébridas el pueblo atribuía poder oraculoso a una gran piedra negra”. En la isla de Skye, “hállase en todos los distritos una tosca piedra consagrada a Gruagach o Apolo. El reverendo Mr. Mac Queen de Skye dice que en casi todas las aldeas se representa al sol, llamado Gruagach, o el de la rubia cabellera, por una tosca piedra; y añade que se hacen libaciones de leche sobre la misma”. “Finn Magnusen, según el profesor Nilsson, refiere que todavía a fines del siglo pasado los aldeanos de ciertos distritos montañosos de noruega solían conservar piedras de forma redonda, y las veneraban de la misma manera que sus paganos antecesores adoraban sus ídolos. Las lavaban todos los jueves al anochecer, las untaban delante del fuego con manteca u otra grasa, y luego las secaban y ponían en el sitio de honor sobre paja fresca. En ciertas épocas del año las empapaban en cerveza. Todo bajo el supuesto de que procurarían a la casa buena suerte y prosperidades.”


“Pasando a Africa, Caillié vio, cerca de la aldea negra de N’pal, una piedra sagrada, sobre la cual todo pasajero dejaban como ofrenda un hilo de tela con que se cubría. Los indígenas creen firmemente que, cuando los amenaza algún peligro, esa piedra abandona su puesto, y “da tres vueltas a la aldea durante la noche, para anunciarlo.”


“Bruce indica que los abisinios paganos “adoran un árbol, y de igual suerte una piedra”.


“Los tahitianos creían en dos dioses principales: “llaman Taroateihetumu a la divinidad suprema, uno de esos dos seres primordiales; y al otro, que suponen han sido una roca, Tepapa”. “Los neo-zelandeses tenían veneración tradicional por el monte volcánico Tongario”. Los indígenas de las islas Hervey adoraban también piedras derechas.


“En las islas Fiyi “ se ven, cerca de Vuna, toscas piedras sagradas, a las cuales se hace a veces ofrendas de alimentos. Otra hay en un arrecife cerca de Naloa, que los naturales llaman tama; y otra cerca de Thokova, en Fiti Levu, llamada Lovekaveka, se considera como la morada de una diosa, a quien se provee de alimento. 

Esta, (…) se asemeja a una piedra miliaria negra y redondeada, inclinada ligeramente, y con un liku (cinturón) en medio. La residencia de O Rewau es una piedra grande, que, como la de Naola, odia a los mosquitos y les impide reunirse en las inmediaciones de su dominio; tiene por mujeres dos piedras grandes, procedente la una de Yandua y la otra de Yasawa. Aunque nadie pretende conocer el origen de Ndenyei, se dice que su madre yace en el fondo de un foso bajo la forma de dos grandes piedras. Piedras se usan también para indicar la habitación de otros dioses o lugares donde han reposado alguna vez. En las costas meridionales de Vanu Levu se ve una piedra grande que ha caído sobre otra más pequeña. Dicen que representan los dioses de dos ciudades de esta costa, combatiendo uno contra otro; y las ciudades, haciendo suyos los agravios respectivos, vienen luchando largos años ha”. En una de esas piedras sagradas, situada hacia el mismo sitio, hay señales circulares sumamente parecidas a las de algunos menhires de Europa.

“En la Micronesia, en los grupos de Apamama y Tarava, “se adora a Tabueriki bajo la forma de una piedra plana de coral, de forma irregular, de unos tres pies de largo por diez y ocho pulgadas de ancho, puesta derecha sobre uno de sus extremos”: Los naturales de Tanna veneran piedras también, y la principal divinidad de Tokelau se supone que ha tomado cuerpo en un piedra, la cual se guarda envuelta cuidadosamente en esteras finas. Los indígenas de Sumatra, como ya he dicho, y los del estrecho de Torres tenían asimismo piedras sagradas.


“Sproat cita una montaña de la isla de Vancouver, que los indígenas no se atreven a nombrar por temor de que los haga víctimas de un naufragio, si a tanto osasen.


Prescott dice que un indio dacota “recoge toda piedra redonda, de cualquier especie que sea, y la pinta; luego va a unas cuantas varas de su vivienda, arranca la hierba en un diámetro como de uno a dos pies, coloca allí su piedra o su dios, como él dice, le hace una ofrenda de tabaco y de plumas, y le suplica que lo libre de cierto peligro, soñado o imaginado por él probablemente”. Los monitaris, a su vez, antes de acometer una gran empresa, solían hacer ofrendas a una piedra sagrada llamada Mich Choppenish. En la Florida recibían adoración una montaña denominada Olaimi, y entre los natchez de Luisiana una piedra cónica.


“Por lo que hace a la América meridional, los peruvianos guardaban “piedras en sus casas, tratándolas como dioses y ofreciéndoles sacrificios de carne y sangre humanas”.


(Los orígenes de la civilización, J. Lubbock, Editorial Alta Fulla, Barcelona 1987)